OPINIÓN: La peligrosa idealización del "monstruo"

DICIEMBRE 22, 2025 a las 11:03 AM

Desmontar el mito del agresor como figura excepcional para enfrentar la violencia que habita en lo cotidiano

Hace unos días, las redes sociales ardieron en críticas contra una publicación que mostraba a uno de los 50 criminales involucrados en un ciclo de abuso sexual en Francia. El foco de la indignación recaía en cómo se describía a uno de ellos: "un abuelito tierno." Las reacciones fueron inmediatas y contundentes: ¿cómo se podía humanizar a alguien que había cometido actos tan atroces? Se alzaron voces para recalcar que estos individuos son monstruos, muy lejos de la imagen de un abuelo cariñoso y gentil.


Sin embargo, creo que esta controversia pone en evidencia un problema mucho más profundo: la distorsión que la televisión, el cine e incluso la narrativa popular han generado sobre los agresores sexuales. La idea predominante es que quienes cometen estos delitos son figuras fácilmente identificables: seres oscuros, marginales, que exudan maldad en cada gesto. Pero esa es una falacia peligrosa que nos aleja de la realidad.


Los violadores no son monstruos que se esconden en la penumbra de los callejones, ni necesariamente sociópatas que exhiben sus intenciones a simple vista. Son personas comunes y corrientes. Son tu vecino, tu compañero de trabajo, el profesor que admiras, el padre que creías intachable. Esa es la verdad incómoda que debemos enfrentar. Al reducirlos a "monstruos", estamos perpetuando la falsa seguridad de que siempre podremos identificarlos, de que el peligro está lejos de nuestro entorno cercano.


La indignación por la descripción de "abuelito tierno" tiene raíces en un temor comprensible. Aceptar que alguien con una apariencia amable pueda cometer actos atroces nos obliga a repensar nuestras ideas de seguridad y confianza. Pero insistir en deshumanizar a los agresores como una manera de expresar nuestro rechazo no solo es ineficaz, sino contraproducente. Nos distrae de entender las verdaderas causas de la violencia sexual y de tomar medidas reales para combatirla.


Esta visión limitada también refuerza el aislamiento de las víctimas, quienes muchas veces enfrentan el desafío adicional de que sus agresores no encajan con el perfil "típico" que la sociedad espera. En un entorno que insiste en idealizar al "monstruo", es mucho más difícil creerles, apoyarlas y buscar justicia. Nos enfrentamos, entonces, a un doble problema: una cultura que trivializa o justifica la violencia y otra que dificulta la identificación de sus responsables porque no cumplen con nuestras expectativas preconcebidas.


La publicación criticada no pretendía blanquear la imagen del agresor; al contrario, buscaba desmantelar esta idealización del "monstruo" y mostrar que los crímenes atroces no tienen un rostro definido. Si seguimos creyendo que el violador es una figura excepcional y ajena a nuestro círculo, estamos ignorando cómo la violencia sexual se enraíza en las estructuras sociales y culturales que normalizan el abuso y el control sobre los cuerpos de las mujeres.


Humanizar no es justificar. Decir que los violadores son parte de nuestra sociedad no es excusarlos; es reconocer que el problema está entre nosotros, que no se trata de casos aislados sino de una cultura que lo permite. Combatir la violencia sexual requiere mirar más allá del individuo y apuntar al sistema que les da espacio para actuar.


La solución no está en encasillar ni en crear categorías para el mal, sino en aceptar que la violencia sexual es un problema profundamente humano. Implica cuestionar los valores, las dinámicas de poder y los silencios que permiten que estas agresiones ocurran una y otra vez. Reconocer que el agresor no es un monstruo aislado, sino una persona común, nos obliga a enfrentar lo más incómodo: que el problema está más cerca de lo que quisiéramos admitir.


Aceptar esta realidad duele, pero es el primer paso para cambiarla. Dejemos de buscar monstruos y comencemos a enfrentar a quienes realmente son: personas que abusan de su poder y de la confianza que les otorgamos. Solo así podremos construir un entorno más seguro y justo para todos. Es una tarea incómoda, pero también necesaria. Porque solo desmontando el mito del "monstruo" podremos prevenir que estas historias se repitan.



Camilo Carrera

Periodista y Director Eco Glocal Media

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